La calidad de estos garbanzos procede no sólo de la variedad autóctona que se siembra desde siempre en la zona, sino también de las características de los suelos, profundos y francoarenosos, bajos en carbonatos y sin apenas salinidad, a lo que se suma un clima adecuado.
Se caracteriza por un tamaño de medio a grande y color cremoso, su pico es curvo y pronunciado y su piel tiene una rugosidad intermedia. Tras la cocción, los garbanzos se mantienen íntegros, la piel se manifiesta blanda y suave, el albumen muy mantecoso y uniforme, siendo muy agradable el sabor que proporciona en el paladar.